
Vientos de levante
y un sollozo incontendido
transforman tu risa cálida
en un lamento y un quejido.
Acállate aquí en mis brazos
con esa danza armoniosa,
como fino pianista
acomoda tus encantos.
Haz de esa sonrisa cotidiana
alegría y suspiro,
que no se diga por las calles,
que yo ya no soy tu reina.
Acércate poco a poco
al ocaso de los dioses,
y encendamos esta hoguera
sin temor al equívoco.
Pronunciemos en silencio,
solo con nuestros ojos,
por que hay miradas que matan
y la nuestra es el auspicio.
Deseando calladamente
nos revolvemos embistiendo
con frenesí y con arrojo
vencimos abiertamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario