viernes, 16 de diciembre de 2011

Liberación consumada











Mayra era una chica como cualquier otra. Sergio era su vecino, un chico dos años mayor que ella. Eran vecinos desde hacía 3 años, desde que Sergio se había mudado con su madre (una mujer de mediana edad, viuda desde hacía tres meses) -"¡gracias a Dios!"- según ella decía. Su marido, el padre de Sergio, la maltrataba, aunque ella, nunca entraba en detalles. Su cara, hacía pensar que debió de ser una joven bonita. Su mirada ... su mirada era triste, muy triste.
Mayra se fijó en Sergio desde el primer momento ya que el día que llegaron con aquellas viejas maletas decoloradas posiblemente por los rayos de sol que las acompañaba de continuo, deshilachadas en algunos lugares como castigo por el paso del tiempo y aquellas cajas que de un momento a otro parecieran que iban a desbordarse o a explotar y que parecieran decir a gritos "sujetarme bien que no puedo más", los vió. Desde la ventana de su habitación, en aquella vieja y destartalada furgoneta que según contó su madre a algun vecino, un familiar les hizo el favor de ayudarles a trasladarles de casa.
Sergió no vió a Mayra hasta 10 días más tarde, cuando coincidieron en el portal. Un escueto "Hola" fué lo único que se dijeron en ese momento.
El tiempo fué pasando como siempre, sin más sobresaltos.
Un día coincidieron en la cola del super y empezaron a charlar. Después de unos minutos, Sergio le preguntó sino le apetecería ir a tomar un refresco o a dar una vuelta, que estaba un poco aburrido y no tenía amigos. Mayra le dijo que si y que si quería podía presentarle a algunos de sus amigos. Desde aquel día empezaron a salir juntos.
Ya habían pasado 5 meses desde la primera conversación que tuvieron y Sergio picó en casa de Mayra, como otras muchas veces había hecho, ella estaba sola y Sergio empezó a besarla a lo que Mayra correspondía sin temor, no era la primera vez que lo hacían, pero la cosa fué yendo cada vez a más y Sergio quiso continuar. Mayra le dijo que no. En un momento Sergio le tapó la boca y a la fuerza la tomó. Cuando todo acabó Mayra no sentía asco, ni siquiera dolor, solo sentía que ahora era suya, que estaba comprometida con él .
Desde aquel día, todo cambió. Empezaron los celos, las amenazas, los primeros golpes. El empezó a beber mucho y la seguía a todas partes. El tiempo pasaba y pasaba y Mayra en vez de frenar todo aquello se unió a él.
Su familia, sus amigos, no sabían nada de su sufrimiento que cada vez era mayor.Mayra veía como su amor se iba desvaneciendo. Ya ni siquiera le importaba que él estuviese con otras mujeres y un buen día, de la misma manera que consintió, abrió los ojos y se marchó.
Encontró trabajo por la mañana en una tienda y aprovechó las tardes para estudiar. Tardó, pero al final lo consiguió. Se convirtió en una excelente enfermera, preocupada y atenta con los enfermos y en una mano cálida para cada mujer que llegaba al hospital con la mirada triste, muy triste.
Hoy es una mujer nueva, regenerada y DUEÑA DE SU TIEMPO.