sábado, 27 de agosto de 2011

Entre dos mundos
















-Buenas noches Don Antonio.
-Buenas Atardecer, ¿por qué no me llamas simplemente Antonio?, después de tanto tiempo visitándote, creo que hay confianza para ello.
-¡Ay,Don Antonio! yo es que no me acostumbro a esa familiaridad con usted.
-Pero Atardecer, si yo lo hago, tu también puedes.
-Lo sé pero no me sale ¡y mire que lo intento! pero no puedo, no me sale.
-Está bién Atardecer, llámame como más te guste.
-Don Antonio, cuénteme alguna de sus historias.
-¡Huy, he andado muchos caminos! y sabes, en todas he visto carabanas de tristeza, mala gente que camina y va apestando la tierra pero también gente que danza, que cabalga a lomos de una mula vieja y no conocen la prisa ni en los días de fiesta.
-Don Antonio, usted si que ha vivido, ¡que envidia de esa gente!, aquí ya ve como está todo, patas arriba, sin tiempo para nada que no sea correr y correr.
-Es cierto Atardecer, yo escucho los cantos de viejas cadencias. Ya no se puede estar a orillas del Duero donde se asomaba una cigüeña en lo alto del campanario. Ya no puedo decir ¡hermosa tierra de España!. Ahora sólo voy soñando caminos y preguntándome "¿adónde el camino irá?".
Mi corazón enmudece por que no conozco el hada de mis sueños.
-Pero Don Antonio, abril florecía entre los jazmines y las rosas blancas de un balcón florido. ¡Eso es una buena señal!.
-Si Atardecer, pero ¿por qué la sed que siento no me la calma el beber?.
-No sé pero ... a mi tus ojos me recuerdan a las noches de verano y el chispear de estrellas del cielo negro y bajo.
Don Antonio se ríe y dice:
-Ves Atardecer, me has tuteado y has dicho el secreto que en mi alma reza por que anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión! que un sol ardiente lucía dentro de mi corazón. Por que mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero y mi juventud, veinte años en tierra de Castilla.
-Sí Don Manuel, veo que mi subconsciente a veces supera a lo consciente.
Don Manuel calló un momento y con voz serena dijo:
-Atardecer, esta será mi última visita.
-¿Ya?, ¿por qué? ahora que me había acostumbrado a sus visitas.
-A todos nos llega el momento de irnos y yo ya he comprendido lo que tú aún debes entender.
-¿Y qué será eso Don Antonio?.
-Que cuando llegue el día del último viaje y esté a partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. ¿Lo entiendes Atardecer?.
-Si Don Antonio, creo que lo entiendo y ha sido un enorme placer tener el privilegio que muchos quisieran tener y que como aquél olmo viejo, antes que nos derriben yo esperaré también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
Don Antonio le regaló una tierna sonrisa, acarició suavemente la cabeza de Atardecer, se acomodó su sombrero y apoyándose en su bastón se incorporó.
-Adios Atardecer.
-Hasta siempre, Don Antonio Machado.